Revista de interés general orientada al conocimiento y al bienestar interior y exterior


miércoles, 2 de abril de 2008

El menor esfuerzo

El progreso de la humanidad se debe en gran medida al deseo de comodidad
Pese a las críticas de los moralistas y de los jefes de personal, buscar el menor esfuerzo es la constante del progreso humano.
No hay moralista ni jefe de personal que se precien que no arremetan en algún momento contra el menor esfuerzo.Todos hemos sido sermoneados acerca de lo nocivo que sería entregarse al influjo de ese menor esfuerzo. La pereza es la madre de todos los vicios, suele ser el corolario de la prédica para que hagamos las cosas por la vía más difícil.Sin embargo, la humanidad le debe al menor esfuerzo todo el progreso material y moral que hubo en la historia. Para evitar el desagradable esfuerzo de secarse después de una lluvia, los seres humanos deben haber tendido cueros de los animales que cazaban y armaron sus primeras carpas.De no haber sido por evitar el esfuerzo de tener que armar todas las noches sus carpas, siempre en lucha desigual con el viento y los otros fenómenos naturales, los hombres primitivos no habrían buscado primero cavernas y luego construcciones permanentes como su casa.Si no hubiera sido por evitarse tener que andar horas buscando un tronco ardiendo o un resto de lava volcánica caliente, no habría habido elaboración de un método para prender fuego.Aún las trabajosas agricultura y ganadería representaron un esfuerzo para acabar con el esfuerzo. El hombre primitivo se dio cuenta que algunos animales que le servían de comida podían permanecer tranquilos pastando en su presencia. Así debe haber nacido la noción de rodeo y por ende la ganadería, todavía ambulante según las conveniencias del que empezaba a ser «ganado», precisamente porque se lo ganó a la vida montaraz.En cuanto a la agricultura, los arqueólogos parecen aceptar en su mayoría que se trató de un emprendimiento femenino. Se supone que mientras los machos de la tribu cazaban arriesgadamente, las mujeres y los niños se dedicaban a recolectar frutos. Si en lugar de tener que andar mucho para juntar un puñado de digamos trigo, se reunían las plantas en surcos cercanos unos a los otros, se ahorraba fuerzas y tiempo. Al pobre ser humano las cosas no siempre le salen como se las propone. Por ejemplo, la electricidad, la luz artificial, el automóvil, la máquina en general, que parecían listas para reducir el esfuerzo de los humanos, no han hecho sino crear más trabajos, otros tipos de ocupaciones. Nada menos que Karl Jaspers (Psiquiatra alemán y filósofo, que tuvo una fuerte influencia en la teología, en la psiquiatría y en la filosofía modernas) sostiene la realidad de este proceso.Por todo eso concluimos, que el menor esfuerzo no es una maldición, sino que es una constante del ser humano.

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