Las margaritas tienen - como se sabe - la prodigiosa facultad de responder a consultas amorosas.
El enamorado curioso debe apoderarse de una margarita cualquiera. Acto seguido, pensará en aquella persona cuya disposición deseare conocer. Luego, arrancará los pétalos de una flor uno a uno. A cada pétalo corresponderá un dictamen recitado en voz alta.
Me quiere mucho, para el primero; poquito, para el segundo; nada en el tercero.
Allí termina la exigua serie de resultados posibles, que deberá reiniciarse una y otra vez hasta llegar al último pétalo: la elocución que a éste correspondiere, será la respuesta oracular de la flor.
Tal respuesta es infalible y señala una inapelable verdad, salvo que - como sucede con frecuencia - se haya cometido el más mínimo error en los procedimientos.
Aplicando a este trío de revelaciones las leyes de la divisibilidad, el enamorado metódico podría calcular sus probabilidades.
Cuando el número de los pétalos es múltiplo de tres, la respuesta es nada.
Si al número de pétalos le falta uno para llegar a ser múltiplo de tres, la respuesta es poquito.
Si le sobra uno, la respuesta es mucho.
Algunos pretenden que las respuestas posibles son en realidad cuatro. Convierten el informe me quiere mucho, en dos respuestas diferentes:
A) me quiere.
B) mucho.
Esta astucia reduce la posibilidad de nada de un treinta y tres a un veinticinco por ciento.
Es imposible negar que entre el amor que sienten las personas y la morfología de estas flores existe un nexo inconmovible.
Pero admitido el vínculo, no hay acuerdo para explicar si naturaleza. Examinemos algunas teorías.
1) La flor influye sobre la persona en quien piensa el consultante: el número de pétalos impulsa a quien es pensado a amar mucho, poquito o nada al que deshoja.
2) La persona pensada influye sobre la flor: la margarita adecua el número de sus pétalos a la intensidad de los sentimientos indagados.
3) Todo está escrito y el suplicante elegirá sólo aquellas margaritas cuyo número de pétalos asegure una respuesta exacta.
Las margaritas mucho son imposibles para un hombre al que quieren poquito.
4) Todo es mentira. No hay relación alguna entre las aparentes repuestas y la realidad. Esta es la opinión de los Refutadores de Leyendas, quienes sustentan su parecer con innumerables ejemplos de personas que alentadas por la flor son rechazadas luego, incluso de mal modo.
Los espíritus leguleyos señalan con insistencia algunos preceptos jurídicos.
* El arrancar o añadir pétalos, saltear respuestas o alterar su orden invalida la consulta.
* Está prohibida la indagación sucesiva y vana de diferentes margaritas.
Los ciencistas sueñan con que la genética vendrá a resolver sus problemas sentimentales, creando margaritas que siempre responderán mucho.
También se ha pensado en la posibilidad de obtener respuestas más variadas mediante la creación de nuevos dictámenes: hasta decir basta, bastante, relativamente poco, vaya y pase, casi nada, menos que nada, ni loco que estuviera.
La fe en las margaritas va empalideciendo en estos días. Los últimos fieles son tal vez los amantes rechazados, esas personas que insisten en preguntar lo que ya se les contestó y que se contentan con las respuestas favorables de flores, brujas y horóscopos, mientras las mujeres que aman bailan con otros señores en La Enramada.
Margarita es perla en griego y en latín. Es ojo del día en inglés y es vegetal indagatorio en todo el mundo. Pasar de largo ante sus confidencias es un pecado imperdonable.
Las flores, las estrellas, los pájaros: el Universo quiere hablarnos.
Cada fenómeno de la naturaleza es una señal. Ante esos guiños cósmicos tenemos la obligación de considerarlos. Es cierto que nos acompañará la perpetua sensación de que nunca comprenderemos o de que comprenderemos erróneamente. Pero el error es preferible a la indiferencia.
Cualquiera sea el mensaje que el cosmos prometa, por terrible y amenazador que nos pareciere, será mejor que la ausencia de mensaje.
Será más consolador que una ominosa y absurda indiferencia de los astros.
De “El libro del Fantasma
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