La “Resiliencia” es un término que emerge en el campo de la física, mas precisamente en la metalurgia y que se refiere a la capacidad de algunos metales que luego de ser expuestos a determinada cantidad de energía y de ser transformados por esta, son capaces de retornar a su estado original.
En el campo de las ciencias sociales, resultan de suma importancia, los aportes realizados por Michael Rutter, Psiquiatra inglés, quién entiende la Resiliencia como una combinación de factores, tanto individuales como ambientales, que le posibilitan al ser humano superar las adversidades”. Señala que la Resiliencia “no debe ser entendida como la negación de las difíciles experiencias de la vida, dolores y cicatrices, sino más bien, como la habilidad para seguir adelante a pesar de ello”.[1] El termino resiliencia, conlleva entonces, un carácter de superación, de victoria frente a la adversidad.
Desde el año 1980 tanto en Estados Unidos como en Europa se ha llevado adelante una serie de investigaciones y estudios acerca del concepto de Resiliencia. En América Latina, en cambio, el concepto surge a principios de la década del ´90 alcanzando al día de hoy una gran expansión.
El aporte fundamental que brinda este concepto, esta en relación con un cambio de perspectiva, de mirada. Esta, pone el acento en las potencialidades y fortalezas presentes en las personas tomando en cuenta los factores (personales o ambientales) que inciden en ellas. Permite de esta manera comenzar a entender, los motivos que derivan en que algunas personas, salgan fortalecidas de situaciones adversas que amenazan su salud y desarrollo.
La resiliencia nace entonces, como un concepto necesario para dar cuenta de las situaciones saludables en medios insanos, revelando las condiciones que les permiten a las personas superar los obstáculos, adaptarse y salir fortalecidos a pesar de las adversidades.
Es necesario indicar que la misma, tiene algunas fuentes en las cuales se apoya, estas, a su vez se basan en 4 pilares:
· Yo tengo
· Yo puedo
· Yo soy
· Yo estoy
“Yo tengo” se relaciona con los factores de soporte externo (relaciones confiables, acceso a la salud, soporte emocional fuera de la familia, ambiente escolar estable, etc.); “yo soy” con las fuerzas internas personales (ser respetuoso, autónomo, altruista, etc.); “yo puedo”, con las habilidades sociales (ser creativo, persistente, tener buen humor); y finalmente “yo estoy” que tiene relación con lo que se esta dispuesto a hacer (responsabilidad por los actos propios).
Susana Gamboa de Vitelleschi en relación a los pilares nos dice:” La idea “Yo Tengo”, significa que el menor comprende y puede decir que tiene personas en las cuales apoyarse, en quienes puede confiar y que lo guiarán y cuidarán de él. En el caso de “Yo Soy y Estoy” se trata de que el menor aprenda a respetarse a sí mismo y al prójimo, sea querido por los demás y aprenda a responsabilizarse por sus actos. Las idea de “Yo Puedo” se refiere a la capacidad de hablar sobre sus cosas, de poder buscar la manera de salir de sus problemas o encontrar ayuda cuando lo necesita.”[2]
Si bien no es necesario que todas estas fuentes o pilares estén presentes para que alguien sea resiliente, tampoco basta con una sola de ellas para lograrlo, puesto que la resiliencia aparece como el resultado de la combinación de las mismas[3].
La resiliencia es una capacidad que puede fomentarse y promoverse a través de la motivación de algunas áreas. El momento mas indicado para desarrollar este potencial se encuentra desde el nacimiento hasta la adolescencia.
Tal como se ha venido anticipando, existen ciertas dimensiones que favorecen el desarrollo y promoción de la misma, entre ellas se destacan,
· La autoestima
· Los vínculos afectivos
· La creatividad y el humor
· La red social e ideología personal
Los últimos avances en los estudios acerca de la resiliencia, nos hablan de la misma como un proceso, en donde sus resultados no serán homogéneos, ni estables en todas las áreas de desarrollo. Esta capacidad, se nutre tanto de factores temperamentales (los cuales pueden ser moldeados), como de factores ambientales los que pueden ser adquiridos promovidos y modificados.[4] Por tanto, la resiliencia no es ya vista solo como un rasgo de la personalidad, sino inmersa en un contexto en donde las personas son actores y fuentes de la resiliencia, pudiendo ser la comunidad, las familias, las escuelas, sus ámbitos de promoción.
La resiliencia, por tanto, aporta una nueva mirada, dado que apunta a los recursos, habilidades y competencias disponibles en cada ser humano en relación con su ambiente, privilegiando el desarrollo de las capacidades, en virtud de promover, fortalecer y potenciar aquellos factores, tanto internos como externos, que permitan mitigar la vulnerabilidad y adversidad a la que se ven sometidas algunas personas. Considera a las personas como seres capaces de afrontar las adversidades, de avanzar constructivamente[5]. Posibilita un cambio de enfoque, en el cual las personas dejan de considerarse como predestinadas a ciertas situaciones, adquiriendo una actitud positiva frente a las dificultades, la cual les permite adoptar un rol de protagonismo activo en la resolución de sus adversidades, asumiendo como valida la premisa “el nacimiento no es destino”[6].
“La resiliencia es una capacidad, no es magia, no es un milagro, ni algo que sucede a un grupo selecto de personas. Es parte del proceso de desarrollo que puede ser promovido desde muy temprana edad. … No pertenece solo a un grupo, a un sexo, o a algún idioma o país, es universal”[7]
Edith Grotberg
[1] Rutter Michael en Helena Badilla Alan, “Para comprender el concepto de Resiliencia”, en Revista de Trabajo Social, colegio de trabajadores sociales de Costa Rica.
[2] Gamboa de Vitelleschi, Op.Cit., Pág.52-53
[3] Cfr Kotliarenco, Cáceres, Álvarez, editoras, Op.Cit., Pág.42.
[4] Cfr Silva Giselle, Op. Cit, Pág.27
[5] Llobet Valeria, Op.cit, Pág.7
[6] Llobet Valeria, Op.cit, Pág.96
[7] Edith Grotberg en Kotliarenco, Cáceres, Álvarez editoras, Op Cit. Pág.39
Autora: Natalia Fugazzotto Licenciada en Trabajo Social
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